Googleando sobre el efecto Droste, me vengo a enterar que se le puso ese nombre por la marca de un chocolate para taza. En las latas donde venía el cacao Droste la imagen se repetía «al infinito».

Efecto Droste.

Ese efecto se llama también mise en abîme o puesta en abismo. Y me recuerda a otra lata, en la anécdota de infancia que cuenta nuestro Georgie:

Debo mi primera noción del problema del infinito a una gran lata de bizcochos que dio misterio y vértigo a mi niñez. En el costado de ese objeto anormal había una escena japonesa; no recuerdo los niños o guerreros que la formaban, pero sí que en un ángulo de esa imagen la misma lata de bizcochos reaparecía con la misma figura y en ella la misma figura, y así (a lo menos, en potencia) infinitamente… Catorce o quince años después, hacia 1921, descubrí en una de las obras de Russell una invención análoga de Josiah Royce. Éste supone un mapa de Inglaterra, dibujado en una porción del suelo de Inglaterra: ese mapa —a fuer de puntual— debe contener un mapa del mapa, que debe contener un mapa del mapa del mapa, y así hasta lo infinito… Antes, en el Museo del Prado, vi el conocido cuadro velazqueño de Las meninas: en el fondo aparece el propio Velázquez, ejecutando los retratos unidos de Felipe IV y de su mujer, que están fuera del lienzo pero a quienes repite un espejo. Ilustra el pecho del pintor la cruz de Santiago; es fama que el rey la pintó, para hacerlo caballero de esa orden… Recuerdo que las autoridades del Prado habían instalado enfrente un espejo, para continuar esas magias. (…)

J.L. Borges, Cuando la ficción vive en la ficción.
Publicación original en revista El Hogar 
2 de junio de 1939